Atravieso la frondosidad,
el puro follaje saturado en periferia

el ademán de un pájaro me encandila de orbes 

A cada paso
una dialéctica de la evaporación
se queda silbando en mis oídos

En el verde flash de la mañana
la flor ribereña es un papel flotante
donde se escribe el decálogo de la trama costera

Lejos viaja el perfume inocente de la esperanza
“Ésta es la hora de la melancolía”
dijo con una mano en el pecho;
no era el corazón que le apretaba,
lo noté en sus ojos claros y lejanos

“Es esta hora, sabés…?”, repitió,
y se sujetaba de mi brazo
y yo a su mano
para que la tarde no se derrumbara estrepitosa ante nosotros

Nos reímos sonsamente unos segundos y callamos con un beso en la mejilla

Lo vi adentrarse en su jardín florido de verdes
mientras su perfume viajaba por los tapiales erizados del ocaso

Todo es
en su mitad perfecta esta noche…

Menos la luz

Cada cosa, embelesada por el aire cálido
en su estado de constancia y evolución…
Menos la luz

Los volúmenes negros en fuga
los ángulos rectos y adulterados por el viento
la lengua profunda de la calle con su aliento muerto

Arriba
y abajo
un bullicio de palabras desarticuladas rompiendo la monotonía del azul...
Menos la luz

La atmósfera
los viejos lados de un viejo edificio
viejo de sostenerse a sí mismo

La jornada vacía
las horas detenidas en cada reloj
el pulso menguante del cuerpo…
Todo en su mitad perfecta

Menos la luz,
que fulgura redonda en el paño claroscuro del cielo
como una primicia que vuelve
cada noche
a sacudirnos de la amnesia 
Allí sentada sabía que,
aunque yo quisiera,
la belleza del sol llegando a su meta
apenas me dejaría pensar

Amaba al sol en sus últimos minutos,
y cuanto más lo amaba,
menos me pertenecían las demás cosas

En pesados manojos
los pescados se balanceaban
brillantes y verticales
desde la boca a la cola:
hace unas horas miraban el cielo desde el suburbio del agua,
ahora son eternos vestigios de la canoa

Más cerca
un camalote tejido a la arena
apaciguando el toque del oleaje;
más lejos
la dorada luz que todo lo enardece
y su revés, que en la oscuridad nunca se pierde

Es esa hora en que el sol desaparece
y la noche comienza a apretar el corazón,
en que el río se espeja de quién sabe qué deseos,
y sobran las imágenes
y faltan las palabras
Hoy es distinto
de ayer,
de esa postal de azules atravesada

Hoy es nebulosa cálida,
ninguna lengua de fuego sujeta
ni al cielo ni al río

Paso entre esquivos aguaciles,
nada me toca
más que este silencio matinal emergente y vaporoso
que sube por el agua como por mis ojos
Me sonrío cada tanto sin querer
(a flor de la piel no hay límite
sólo borde de orilla
con su inconstante marea)

La mañana está hecha de volúmenes incompresibles
aunque todos me resultan naturales
Será que no es el tiempo que era
y es de tiempo que eu quiero ser

Pequeñas evidencias conforman la floresta que piso
y piso cierta de no ir si no adonde me lleve
yo misma

Estoy perpleja frente a la gran ola

Estoy perpleja frente a la gran ola
que de tan sólo verla
me astringe
me desencaja lo amargo
me influye su sal viva por la lengua

Transgredo el sueño
deseo ir por más
la mirada es mi aleta triste;
concibo por puñados los viejos caracoles y aprieto el pasado

No pienso en la poesía demasiado, no…
este chorro salado es mar dentro de mí
reflujo de los días agrietados

Cuesta ver el mañana
cuando todo el tiempo es hoy
y hoy
parada ante la inmensidad
estoy presente
y siento, y veo, la arena que chupa mis pies
hacia el gran fondo de todo

(Interpretaciones)

A las 22:40 del 15 de noviembre nació Amadeo de 41 semanas...


La brisa esquiva la madera roída y coloreada de las canoas. En la orilla, el agua trae y deja apenas un poquito de espuma, y los pájaros, con aliento de anochecidos, vuelan raso por la verdeondulada pradera de la Bajada.
En las casas, pequeñas luces tintineantes parecen por poco mantenerse en vilo. La risa lejos, los caballos que pasan taconeros, y allá abajo, los peces con la panza llena de sol del ocaso. 

Mira desde adentro Amadeo, como percibiendo los ánimos aplacados del amor fraterno, y resuelve que hoy; su madre acompaña sus buenas intenciones de mundo y le asiente tan dulcemente. Un padre-fulgor de cabellos de alas permanece, como siempre, con la palabra pausada y pulsada, dibujando a su paso la huella por donde caminará el primigenio.

Las manos de Amadeo van abiertas como mariposas palpando el encuentro. Se aferra el vientre a su cuerpo, se aferra pero suelta cadavezunpoquitomás... en la floresta vegetal y carnal donde se crece de gajo.

Un estado de obnubilación apodera la tierra y la conciencia es un perro que corre tras las sortijas del viento. Es torbellino la bienvenida, es somnolencia vívida. Es la maravilla un nuevo sentido.  

...

Con brillo pulsátil, diminutas y diáfanas sonoridades comienzan a poblar sus sentidos; y ya está aquí. Ellos pueden acariciar lo que tanto esperaban. Él apenas traga y despereza, como la vida.